Adobos : Adobo para pescados

El adobo de pescados es utilizado desde la antigüedad para mantener el pescado en óptimas condiciones para su consumo. Los primeros indicios de la técnica del adobo nos lo han dejado pueblos y comunidades cuyo principal alimento era la carne de caza, aunque no tardó en extenderse a los núcleos sociales que vivían en la costa, cuya economía y sustento giraban entorno al pescado, y que como consecuencia de ello se iniciaron en el adobo del pescado usando las capturas que les sobraban para consumirlas posteriormente.

Hace tres mil años los judíos ya conocían métodos para conservar los pescados que atrapaban en el Mar Negro. La primera conserva que se concibió, como también ocurre con la carne, fue la salazón; en primer lugar, se limpiaba el interior de los animales ya que las vísceras anticipaban la putrefacción. A continuación, se abrían y se embadurnaban con sal y se colgaban durante varios días. Los principales pescados que se curaban eran las caballas, junto a los jureles y a las sardinas.

La salazón fue el preámbulo del ahumado. El ahumado fue inventado por los pueblos del Norte de Europa, cuyos habitantes enterraban bacalaos, atunes y salmones en sal. Pasados unos días, los limpiaban y los cubrían con ramas para formar una cavidad en cuyo centro se prendía fuego a ramas secas de roble. El pescado pertenecía en contacto con el humo durante horas. Esta técnica fue muy popular en países como Noruega, Escocia, Suecia y Finlandia, donde las altas temperaturas no eran un problema, pero sí suponían un escoyo los alimentos de las embarcaciones que, a la fuerza, debían permanecer en alta mar durante meses y, a veces, años. Estos avances permitieron una mejor planificación en las expediciones en barco y provocaron, paralelamente, la aparición del negocio pesquero. La caza de animales pasó de ser una práctica destinada a la supervivencia a considerarse un trabajo con viabilidad comercial.

El Mar Mediterráneo fue la vía comercial más importante hasta la Edad Moderna. Las conexiones entre los pueblos costeros, como los griegos, fenicios y gran parte del imperio Romano, establecieron una serie de influencias que han permanecido hasta nuestros días. Cada comunidad dejó su legado, y la gastronomía no fue una excepción. A lo largo y ancho del Mediterráneo las formas de conservación se sucedieron, con el aceite de oliva, la sal y el vinagre como principales ingredientes. En Próximo Oriente se encurtían los pescados con vinagre, sal y vino. Cada región añadió un aroma en particular utilizando verduras (cebolla y ajo sobre todo), tomillo, perejil, orégano y albahaca, entre otros.

No fue hasta finales de la Edad Media cuando en la Península Ibérica, concretamente en los reinos de Castilla y Aragón, se pusieron las bases del adobo que conocemos actualmente pero sin el pimentón, que llegaría a la península en el siglo XVI. El pimentón se convirtió en el principal ingrediente del adobo para carnes rojas y blancas, aunque el aliño se extendió al sur, donde los pueblos costeros lo aplicaron al adobo del pescado. Las altas temperaturas del sur y la fragilidad del pescado convirtieron al adobo de pescados en el principal método de conservación y aderezo.

Hoy en día el adobado se utiliza sólo para aliñar y dar sabor al pescado. En ciudades españolas, como Cádiz y Málaga, esta práctica es muy común en pescados como el bienmesabe ó cazón, el boquerón y el atún de Almadraba. En Perú se utiliza el ceviche, receta que cocina en frío el pescado, que se riega con zumo de lima y al que se le añade cebolleta, cilantro ó perejil.

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